OSCUROS DESEOS – Avances

CAPÍTULO 1. Conociendo al enemigo

Aquella era una locura, delante tenía una carretera, un tráfico horrible, y varios autos persiguiéndolo. Santiago Fisterra cumplía dieciséis años e intentaba estrenar la Hummer que le había regalado su padre, hasta que se había dado cuenta de que lo estaban siguiendo.

La historia era breve: Su hermana pequeña y él eran las legacías del Clan Santamarina, lo más peligroso de la mafia en España. Su abuelo creía que si conseguía a sus dos herederos lograría recuperar el control del clan, que ahora pertenecía nada menos que a uno de sus hijos, Ruben Easton.

Por eso lo perseguían.

El secuestro era una posibilidad tan tangible que su padre había estado entrenándolo durante los últimos meses, y por suerte Santiago también estaba protegido por Rodrigo de Navia, uno de sus mejores amigos.

Aceleró y las dos camionetas que lo seguían lo hicieron también. Sacó el celular que le había dado Rodrigo y marcó al único número en él. Era imposible que lo intervinieran por toda la tecnología de encriptación que tenía.

Repicó una sola vez y la voz nerviosa de Rodrigo le contestó.

—Santiago. ¿Sucede algo?

—¡Rodrigo! Sí, me estás persiguiendo. —Su voz salió más calmada de lo que esperaba.

—¿Dónde estás?

—Mónaco, volviendo de la salida norte de la ciudad —contestó.

—No cuelgues.

Santi contó los segundos y pasaron tres. Después de dos pitidos le habló un acento más serio pero también más joven.

—¿Santiago? ¿Santiago Fisterra?

No supo por qué, pero esa voz hizo que su piel se erizara.

—Sí, soy yo…

—Mi nombre es Mateo de Navia. —»El hermano de Rodrigo…», pensó—. Rodrigo no está en la ciudad pero yo voy a guiarte. Gira a la derecha en la próxima intersección.

Santi obedeció y no necesitó preguntar para saber que lo estaba rastreando. Había escuchado antes el nombre de Mateo. Era el genio detrás de toda la tecnología de Rodrigo.

—Hay dos semáforos frente a ti, con una calle de diferencia. Acelera.

—Están en rojo —alcanzó a decir, pero Mateo le respondió con tono seguro.

—No importa, acelera.

Un segundo antes de que alcanzara el primer semáforo, este se puso en verde y Santi sorteó el resto de los autos hasta cruzar el segundo semáforo, que le dio vía libre un par de segundos antes de que lo tomara.

—¿Me estás guiando al Pozo? —preguntó.

Era el lugar más seguro en todo Mónaco. Paredes de acero y hormigón de cinco metros de ancho, una fortaleza moderna.

—Sí.

—Sé ir al Pozo, y esta no es…

—Conoces la entrada principal, no puedes llegar por ahí ahora —dijo Mateo con calma—. Baja la velocidad, en cincuenta metros vas a ver un callejón a tu derecha. Tómalo.

Santi giró sin bajar demasiado la velocidad y las llantas de la Hummer frenaron de repente mientras él miraba al fondo.

—No hay salida —murmuró ansioso.

«¿Este idiota me trajo a una trampa?»

—Sí la hay.

—¡Estoy viendo una pared al fondo! —exclamó Santi.

—Esa es la idea. Ahora no pierdas tiempo y maneja hasta el final de la calle, te gané unos segundos de ventaja, no los pierdas hablando estupideces.

Santi gruñó en respuesta y aceleró, mentalmente se preparó para el impacto. ¡Era una puta pared! ¿Qué la iba a hacer desaparecer con magia o qué carajo…?

Estaba solo a veinte metros cuando vio la línea de luz sobre el suelo de la calle. Estaba bajando y era… ¿era una rampa?

—¡Mueve el trasero, Fisterra! ¿Qué no te enseñaron a conducir? —siseó Mateo y Santi pisó el acelerador aceptando la provocación.

¡Pero qué cargante era el hermanito de Rodrigo!

La Hummer se deslizó por la rampa y entró a un subterráneo enorme. En uno de los extremos se abrió una puerta y Santi frenó bruscamente frente a ella.

—Entra. —Fue lo último que escuchó.

La puerta daba a un ascensor diminuto y su cabeza casi llegaba al techo. Se cerró automáticamente cuando él estuvo dentro y empezó a moverse.

Pocos segundos después se abría hacia un cuarto que estaba casi oscuro. Toda la luz que tenía venía de ocho pantallas de cincuenta pulgadas. Frente a ellas, sentado en la única silla que había en todo el lugar, un hombre se inclinaba tecleando a una velocidad inimaginable en lo que parecía un tablero táctil.

—¿Mateo?

—Pasa, niño. No muerdo —dijo Matt una sonrisa en su voz, pero no se molestó en mirarlo. Estaba demasiado concentrado despistando a las camionetas que lo perseguían—. ¿Estás bien?

—Estoy entero —respondió Santi—. Gracias.

—De nada, es mi trabajo y me gusta —respondió Mateo, pero se tensó cuando lo sintió acercarse a las pantallas—. Lo que no me gusta es tener gente en mi cuarto de trabajo, así que no te acerques a mi bebé —advirtió con posesividad.

Santi levantó una ceja molesta, obviamente por «bebé» se refería a la computadora, pero no le gustaba particularmente su tono.

—¡Oye, tú fuiste el que me trajo aquí! Ahora no te quejes —siseó porque para chulos había dos.

Mateo dejó de teclear en un segundo y se giró con incredulidad.

—¡Mira, niño, si estás aquí es porque mi hermano te tiene una…! —Sus ojos chocaron con los de Santi y ahí mismo se le atoraron las palabras.

No entendía por qué, pero sentía como si no pudiera hablar. Lo que no sabía era que el chico frente a él estaba exactamente igual.

Santiago siempre había sabido que era algo… distinto, pero nunca había sido tan evidente como en ese momento.

Mateo de Navia tenía unos ojos grises capaces de desarmar a un escuadrón de carabineros. Parecía que apenas pasaba de los veinte años, pero de verdad tenía cara de cerebrito, y esos lentes de pasta dura le quedaban… muy bien.

«¡Mierda! ¿Y a mí qué me importa que le queden bien?», pensó Santi con frustración.

Apretó los dientes y se rascó un poco la cabeza a la altura de la nuca mientras desviaba la mirada. Jamás había sentido algo como eso. Era como si la adrenalina se acumulara en su estómago de la peor manera, las palmas le sudaban, su visión era un poco borrosa… pero solo alrededor, como si lo único claro fuera él.

—Mi hermano te tiene en gran estima —murmuró Mateo de repente y Santi sintió que se encogía de nuevo frente a esa voz—. Me encargó que te cuidara y es lo que voy a hacer.

Se dio la vuelta de inmediato para volver a las computadoras y continuó su trabajo. Conectó a Santiago con su madre para asegurarse de que ella y su hermana estaban bien; pero cuando se acabó la llamada se dio cuenta de que él lo observaba por el rabillo del ojo.

—¿Entonces tú eres el genio maligno detrás de todo esto? —preguntó Santiago y Mateo pasó saliva, mirándolo como si fuera un bicho raro.

Santi había escuchado que la gente con una inteligencia superior a la media muchas veces eran malos para la interacción social. Imaginó que era el caso de Mateo, aunque le resultaba extraño porque se notaba que tenía mucho cuidado con su aspecto.

Era más o menos de su tamaño así que debía rondar el uno ochenta de estatura, y debajo del suéter, que lleva arremangado hasta los codos, se podía ver una musculatura definida y bastante bonita, aunque no era muy ancho…

«¡Mierda!», maldijo Santi mirando hacia otro lado.

Mateo soltó un gruñido cuando lo pilló observándolo embobado y le contestó de mala gana.

—No soy un genio maligno… solo sé hacer cosas que otros ni siquiera pueden imaginar.

—Esa es la definición de genio, genio —intentó bromear Santi, pero se detuvo cuando lo vio apretar los dientes.

Jamás le había molestado tanto a alguien y no entendía por qué. Normalmente le agradaba a las personas cercanas a él… Era educado, era amable… No había razón para que no le agradara, mucho menos para que casi lo tratara como si fuera un enemigo.

—¿Qué edad tienes? —preguntó porque de repente quería cerciorarse.

—¿No te callas nunca? —siseó Mateo con frustración, pero el chico frente a él no se dejó intimidar y levantó la barbilla con un pequeño gesto de desafío.

—Solo cuando me aburro. ¿Qué edad tienes? —insistió.

Mateo pasó a su lado y suspiró antes de sentarse y concentrarse en la pantalla.

—Veintiuno —gruñó.

«¡Y luego dice que no es un genio!», rumió Santi en silencio.

Se acomodó en un sofá al fondo del cuarto y el tac tac de los dedos de Mateo sobre el panel de cristal más el cansancio del día lo adormecieron.

Soñó y otra vez era la misma pesadilla, esa donde le decían de nuevo que acababan de matar a su padre. Todo se mezcló para él mientras el dolor lo consumía y Santi ya no supo si gritaba en sus sueños… o en la realidad.

CAPÍTULO 2. Por la ventana.

El silencio en el cuarto era lo suficientemente pesado como para que Mateo escuchara claramente su primer gemido y sintió que su cuerpo se ponía rígido.

Ya había visto la foto de Santiago en la lista de clientes del Pozo, pero tenerlo delante… era como si lo hubiera golpeado en lugar de mirarlo.

Se dio la vuelta y vio que estaba dormido. Era un chiquillo, Mateo le llevaba cinco años, pero él le sacaba el doble de musculatura. Sabía que era genético porque había conocido a su padre, y en ese momento recordó que al Grillo Fisterra lo habían matado hacía poco.

Se acercó y lo vio temblar, estaba teniendo una pesadilla y las lágrimas salían de sus ojos hasta que eso no pareció ser suficiente y Mateo lo escuchó gritar. El cuerpo de Santi reaccionó y el suyo también. Matt ni siquiera pudo evitarlo, en un instante estaba en su silla y al otro derrapaba debajo de él y lo alcanzaba antes de que se golpeara contra el suelo.

—¡Hey! ¡Hey! —Lo sacudió solo para verlo despertar jadeando con desesperación, sudando a pesar del frío del aire acondicionado—. Tranquilo… todo está bien, todo está bien… —murmuró sosteniendo su cabeza, y cuando Santi lo miró con aquellos ojos de cachorro perdido, sintió que algo se le revolvía dentro.

Mateo lo soltó poco a poco y lo ayudó a sentarse de nuevo en el sofá, pero su mano seguía acariciando su nuca con un gesto de seguridad.

—Tranquilo, ya va a pasar…

Santi se limpió las lágrimas y lo miró a los ojos, mientras Matt sentía que estaba a punto de tragarse la lengua porque los dos respiraban en el mismo pequeño espacio de diez centímetros.

—Siento la muerte de tu padre —dijo finalmente y retrocedió.

Lo vio asentir y ocultar la cabeza entre las manos mientras resistía ese impulso tan raro por abrazarlo.

—No te preocupes, así son las cosas —susurró Santi.

Se quedaron en silencio por un instante, pero Mateo sentía como si su cabeza fuera a estallar de un momento a otro.

—La situación está controlada afuera, ya te puedes ir. Voy a mandarte con escolta —declaró con nerviosismo—. Bueno… fue un placer conocerte.

Mateo le tendió la mano y Santi dudó un segundo en estrecharla. Algo muy raro pasaba con él, y supo lo que era en el mismo momento en que sus manos se tocaron. Había tenido esa sensación antes, se había electrocutado un par de veces y era la misma.

También lo había tocado antes… pero era diferente a tocarlo mientras Santiago lo miraba a los ojos… Un estremecimiento lo recorrió y soltó su mano, limpiándose la palma sobre el pantalón como si fuera incapaz de dejar de sentirla. ¿Qué diablos le pasaba…?

 —Gracias por todo —murmuró Santi con sequedad sin poder creer que se estuviera limpiando.

«¡Qué imbécil! ¿Se limpiará también cuando le pasan la lengua?», gruñó mentalmente antes de alejarse.

Mientras las puertas del ascensor se cerraban, Mateo lo miró por última vez y notó que sus labios se habían convertido en una línea fina…

«¿¡Y yo qué coño hago mirándole la boca!?»

Literalmente se golpeó la cabeza. Algo debía estar mal ahí arriba.

Se dio la vuelta y se sentó de nuevo al teclado. Siguió su Hummer y su escolta a través de las cámaras de la ciudad y cuando por fin atravesó las rejas de su casa, activó de nuevo la seguridad y la triplicó.

Entonces respiró profundo y procuró olvidar.

Misión Imposible 540.

—¡Maldición!

Mateo se levantó de la cama por tercera vez en la noche y revisó el sistema de alarmas. La casa de los Fisterra estaba más que protegida, él mismo había instalado ese sistema, así que Santiago estaba bien… tenía que estar bien… pero la verdad era que no estaría tranquilo hasta que lo viera.

Luchó contra todos sus principios, pero finalmente hizo lo que jamás había hecho: violar la privacidad de un cliente. Se mordió el labio con fuerza mientras activaba el circuito de cámaras de la casa para que salieran en su tableta y buscó la cámara del cuarto de Santi. El circuito era interno, pero no había nada que él no pudiera hackear.

—Solo quiero asegurarme de que está a salvo… es trabajo… solo trabaj…

 La luz de la luna se proyectaba sobre él a través del cristal de la ventana. Santi dormía boca abajo, abrazado a una almohada y solo en bóxer. Tenía la piel blanquísima, la espalda ancha y los músculos perfectamente definidos.

Mateo lanzó a un lado la tableta y un nudo se formó en su garganta, porque lo primero que había pensado era lo hermoso que se veía mientras dormía tan plácidamente.

—¡Mierda, mierda…! —gruñó frotándose los ojos y caminó por toda la habitación como si lo hubiera picado algo.

Se sentía extrañamente ligado a él, pero la forma en que lo estaba… simplemente no podía entenderla. Se metió al baño y se dio una ducha antes de vestirse y salir a la calle. Había literalmente cientos de bares en Mónaco en los que era bienvenido y de uno de ellos salió con una chica prendida a su costado.

Pasó el resto de la madrugada como debía, escuchando a una mujer gritar su nombre sin importar que el edificio se enterara, pero apenas la mañana llegó, cuando un sonido diferente empezó a escucharse. Mateo abrió los ojos y giró la cabeza para ver cómo la chica junto a él se masturbaba furiosamente.

—¿Qué haces? —preguntó divertido.

—¡Ah…! Lo… lo siento… es que… es… ¡ah, es muy lindo! ¡Tu chico…! ¡Es tan sexi…! —gimió la muchacha descontrolada y Mateo abrió mucho los ojos al darse cuenta de que tenía aquella tableta en la mano y estaba mirando cómo Santiago se secaba después de salir de la ducha.

—¡Maldición, sal de aquí! —gruñó molesto sacándola de la cama y cortándole aquel clímax sin piedad—. ¡Fuera!

Apagó la pantalla porque él tampoco quería mirar, pero se dio cuenta de que tenía el corazón disparado como un caballo de carreras. Se pasó el día molesto, incómodo, frustrado, y ni siquiera podía alcanzar a imaginar por qué. Sin embargo cuando llegó la noche, parecía que Mateo estaba a punto de arrancarse el cabello frente a aquella tableta apagada.

—No está bien que lo vea… no está bien… —Ni siquiera notaba que no había comido ese día—. Solo quiero saber que está a salvo… es trabajo… el chico es importante para mi hermano… muy importante…

Se dio mil justificaciones y por fin encendió la pantalla, pero la figura que vio en las cámaras de la casa no era precisamente la que esperaba ver.

—¡Dios! —gruñó y salió corriendo a cambiarse.

Un segundo después se subía a su auto y conducía como un poseso hacia la villa de los Fisterra.

No se presentó por la puerta principal, pausó el sistema de seguridad solo el segundo que le tomó saltar la verja y luego lo activó de nuevo. Rodeó la propiedad hasta llegar a la habitación de Santi y miró al balcón, no estaba tan alto y la pared tenía buenos salientes. Le dio gracias a la maldita calistenia y solo soltó un gruñido cuando empezó a trepar.

Alcanzó el balcón, abrió despacio la ventana y frunció el ceño cuando no vio a Santi en su cama. Miró alrededor varias veces en medio de la penumbra y estaba a punto de dar un paso cuando alguien tapó su boca y sintió el filo de un cuchillo de combate contra su cuello.

—Muévete un solo centímetro y te juro que te mato —siseó aquella voz ronca y profunda en su oído y Mateo sintió que el mundo se detenía en ese mismo instante.

Sabía que era Santiago quien estaba pegado a su espalda, solo esperaba que él lo recordara también.

83 comentarios en «OSCUROS DESEOS – Avances»

  1. Aaaahhhh!!! Tener que esperar para el siguiente capitulo!
    Eres mala teresa! Quiero saber mas de estos bombones!
    Jefa, eres la ver…. dadera diosa de la escritura!

    Responder
  2. Dios miiiio jajajjajja aaaaaaaa. Gritó de loca aaaaaaa. Esto no puede ser. Está muy bueno. Está increíble. Hay ya me moje jajajajaa

    Responder
  3. Day definitivamente eres una genio guaoo leyendo estos cao reviviendo esos momentos de adrenalina en la persecución y ese primer encuentro uuuf aunque no lo quieran aceptar ES AMOR, gracias Day siempre excelente una historia tan esperada y deseada

    Responder
  4. Tú eres mala, me dejas con este avance y yo ya me quiero… la historia, solo la historia xD y a esos dos también, para qué me hago. FELICITACIONES

    Responder
  5. Madre mía!!! Q manera de empezar «oscuros deseos» Day!!! Había esperado mucho tiempo está novela, Mateo y Santi se merecían ya su momento de brilla. Felicitaciones una vez más por la maravilla q sale de tu mente, tu alma y tus manos

    Responder
  6. Que emocion!!!!! me atrapó la posible historia entre estos personajes, de hace tiempo, ahora ya aquí, con este inicio tan electrizante, q además de introducirnos en la perspectiva de ellos nos lleva a rememorar la historia de mi amado grillo. GRACIAS!!!

    Responder
  7. Yes,yes,yes Day ,gracias es hermoso el comienzo y nos hacia falta un poco de adrenalina extra de los Fisterra y De Navia .Esperando con ancia los siguientes capítulos.Besos

    Responder
  8. La verdad , me enamore de estos chicos desde el primer dia .Y esta historia va a ser preciosa ,ya en este trocito me encanto.Felicidades Day para mi eres la mejor

    Responder
  9. Day plissss, aunque peleo entre los libros en curso, los que me faltan por leer y las monedas que están esperando esta historia plissssssss, danos la felicidad de leerlo pronto.

    Responder
  10. Day, primero debo decir que eres una escrtora excepcional, de verdad admiro tu talento, pero debo confesar que tengo un gran, gran, gran y grave problema, y es que ya no tengo más libros tuyos por leer, estoy esperando la actualización de 4 libros tuyos, todos los leí ya, es decir, hasta el más reciente ya lo completé hasta donde lo llevas.
    Por favor actualiza y publica los libros que faltan, porfa plis.
    Besos

    Responder

Deja un comentario