UNA CHICA TRAVIESA

CAPÍTULO ALTERNATIVO: Un ángel caído

Para todas las lectoras que quieren un poco de Noe y Nino. Porque no todo es en blanco y negro, y ella tenía derecho a un final feliz muy feliz. En honor al día de la mujer de mente abierta. Aquí les va:

………….

Noémi miraba aquella invitación como si fuera una sentencia a la silla eléctrica.

—Solo es una invitación a cenar —le dijo Nino echando la tarjeta a un lado.

—No lo es, sabes que no lo es, Nino —murmuró ella con la respiración entrecortada—. Günter Kasser no es alguien que nos invitaría a cenar solo porque sí. Es tu mayor inversionista, si se retira…

—No lo hará, no hay razones para pensar eso.

—¡Claro que las hay! ¿Cuántos se han retirado ya, Nino? ¿Dos… tres docenas de inversionistas? —Estaba a punto de echarse a llorar pero esa no era su naturaleza.

Günter Kasser era uno de los magnates alemanes más prominentes y uno de los pocos que todavía no se había retirado.

—Sabíamos que esto iba a pasar, amore mio —dijo Nino sentándose en la pequeña mesa frente a ella y tomando sus manos—. Pero tenemos que seguir adelante. Así que ve a tu departamento, arréglate como si pudieras aplastar a Günter Kasser pon el tacón de tu zapato, que yo me encargaré de poner el peso justo sobre tu pie. ¿Entendido?

Noémi no pudo evitar sonreír. Aquel hombre era especial.

—Sin importar lo que esté sucediendo, tú sigues sintiéndote como un semidios —lo acusó y lo vio carcajearse.

—Los ángeles caídos no dejan de ser ángeles, amore mio, solo se vuelven más oscuros, recuerda eso.

Noémi hizo acopio de entereza y fue a arreglarse para aquella cena. Cuando Nino apareció en su puerta a las ocho ya estaba deslumbrante y todo en el restaurante de lujo tenían que voltear la cabeza para verla. Sin embargo, las sospechas de la muchacha saltaron al instante.

La reunión fue tensa. Günter hacía preguntas como para poner nervioso a un batallón de carabineros y aunque no lo decía abiertamente, parecía que no estaba dispuesto a mantener su inversión en la banca digital. Nino entendía que con todo lo que estaba pasando, la confianza en la asociación de la banca digital con el Asterion fuera inquietante, pero no como para que Günter retirara sus activos.

Así que en la primera ocasión en que Noémi se retiró al tocador, Nino le hizo a su inversionista una seña para que lo acompañara afuera.

—¿Quieres hablarme derecho en lugar de atosigar a Noémi con preguntas que no vienen al caso? —lo increpó con molestia—. Eres mi inversionista, Kasser, no suyo. No entiendo qué es lo que te preocupa.

—Me preocupa que estás metiendo tu vida personal en los negocios, Nino. ¿Ayudar a un banco que está a punto de quebrar, en serio? Esa empresa no tendrá oportunidad mientras ella siga al frente.

—¿Disculpa? Noémi se ha ganado el respeto de la comunidad empresarial, ella y su hermana han hecho crecer ese banco más de lo que su padre lo hizo…

—¡Y también lo perdieron! —replicó Kasser—. Puedes tener a la mujer que quieras, puedes conseguir a cualquier chica, ¿por qué tiene que ser precisamente la chica en bancarrota? ¿Tanto te cuesta encontrar a alguien que esté a la altura?

Ante la provocación Nino apretó los puños, pero no dejó de sonreír.

—¿Te volviste loco? — escupió—. ¿Estás insinuando que la CEO y heredera del Asterion Bank no está a mi nivel? ¿Que no es suficiente para mí?

—¡Antes quizás! Pero ¿ahora? ¡La reputación de ese banco está arruinada! ¡Dentro de unos meses no serán nadie!

Nino apretó los labios con un gesto de desprecio mientras daba dos pasos amenazantes hacia él.

—No hables de mí mientras te describes, Kasser. Si tú eres alguien que solo sale con gente de tu propio nivel, ese es tu problema —siseó—. Mi posición es muy clara, pero déjame explicarte muy bien la tuya: eres mi mayor inversionista, pero lo eres porque yo lo permití. Puedo arruinarme mañana, puedo quedarme sin un solo centavo, pero lo que Nino Ambrosio sabe, nadie se lo puede quitar. —En sus ojos había una fiereza que hizo retroceder al alemán—. Si pierdo todo empezaré de nuevo, en un par de años tendré el doble de lo que tengo ahora, y me acordaré de cada traición que recibí.

—Retirarse a tiempo no es traición…

—¡Para mí sí lo es! —rugió Nino—. Así que déjame decírtelo claro y directo: puedes irte cuando quieras, pero no esperes que te reciba de vuelta nunca más. Tú tienes derecho a elegir a tu banquero, y yo tengo derecho a elegir a mis inversionistas, la diferencia es que yo puedo hacer millonario a cualquiera, y a ti nadie te hará ganar lo que te he hecho ganar yo. Piénsalo bien, porque tienes hasta mañana a las ocho para tomar una decisión que cambiará tu vida.

Se abotonó el saco con gesto calmado y le dio la espalda para salir de allí.

—Tú no eres de los que perdona a sus enemigos ¿verdad? —murmuró Günter y Nino se detuvo sin mirarlo.

—Perdonar sí que perdono, pero prefiero quedarme con sus nombres bien grabados —sentenció Nino antes de ir por Noémi.

Salir del restaurante antes de que terminara la velada solo fue un indicio para ella de que las cosas no habían salido bien de ninguna manera, y en lugar de ir a su departamento los dos fueron a la oficina, a vigilar cuánto más podían comprometerse si el alemán se retiraba.

—¡Dios, ya no puedo con esto! —susurró Noémi apoyándose en el tablero digital donde aparecían todas las proyecciones.

Estaba exhausta, apenas habían logrado dormir un poco

—Sí puedes amore mío. Vamos, esto no es nada…

Pero no era cierto, Noémi sabía que no.

—No, me lo endulces, maldit@ sea —murmuró sin poder evitar que las lágrimas le subieran a los ojos—. Si Kasser se retira mañana todo se acabó… todo se acabó…

Lo siguiente que sintió fueron los brazos de Nino a su alrededor, dándole la vuelta para levantarla por la cintura. Su trasero se apoyó en el tablero y él se metió entre sus piernas, sosteniendo su barbilla con firmeza.

—¡¿Y qué?! ¿¡Eh!? ¡¿Y qué si se acaba?! —gruñó con determinación—. ¡Si se acaba mañana, empezamos de nuevo pasado mañana! ¡Si se acaba volvemos a hacerlo! ¡Si se acaba lo construimos otra vez! ¿¡A qué demonios le tienes miedo!?

Y no, no había nada. Cuando Nino estaba detrás de ella para respaldarla era imposible tenerle miedo a algo.

Cerró los ojos por un instante tratando de calmarse, pero él tiró de su cuerpo hacia arriba y devoró sus labios en un beso posesivo y demandante. Noémi estaba tan sorprendida que no pudo hacer nada más que aceptarlo. Los labios de Nino eran dulces, tiernos y vehementes a la vez. Se agarró a él como una náufraga a la única tabla de salvación y le devolvió el beso con la misma intensidad, como si todo dependiera de aquel instante entre ellos dos.

Cuando por fin sus bocas se separaron, los dos jadeaban por aire.

—Puedes irte ahora… o puedes soltarte y olvidar lo que pasará mañana… porque igual lo enfrentaremos juntos —le advirtió.

Noémi miró la puerta, pero no había nadie esperándola detrás de ella, ni en casa, ni en Lucerna. Así que sus manos subieron por la camisa Nino y tiró de ella para hacerlo bajar hacia su boca.

Estaba atrapada entre el deseo y la necesidad de olvidar, le daba igual lo que iba a pasar… así que le correspondió con igual fuerza, devolviendo sus besos con la misma lujuria que sentía.

Nino abrió sus piernas, y sus manos fueron al borde del pecho del vestido, forzando las costuras hasta romperlo en canal. Sus dedos acariciaron su espalda desnuda solo unos segundos mientras dejaba un rastro de besos sobre su cuello, su hombro y luego bajaba hasta sus senos.

En qué momento desapareció su brasier, Noémi no lo supo, solo que Nino besaba cada milímetro de su cuerpo, desde su boca hasta llegar a sus pechos, acariciando con la lengua los pezones mientras ella intentaba contener un jadeo de placer. La sensación de su lengua mientras se movía en círculos y chupaba suavemente fue tan intensa que Noémi soltó un gemido casi ahogado.

Entonces todo se hizo urgente, necesario, intenso. Noémi se dejó llevar por sus movimientos, desnudándolo y mordiendo sobre su pecho con desesperación entre suspiros y jadeos.

Las caricias de Nino eran como una agonía de placer que la invadían por completo. A medida que la pasión aumentaba entre los dos, sus besos se volvieron más profundos y sus caricias, más insistentes.

—Tienes que decirme que quieres esto, amore mío —susurró él.

—¿Te parece que no lo quiera?

—Estaba siendo galante —sonrió con coquetería y Noémi asintió.

—Por supuesto, pues cortéjame y todo eso…

Ahogó un grito de sorpresa cuando Nino terminó de arrancar su ropa para quedarse desnudo frente a ella, y lo vio sacar un estuche plateado del bolsillo de su saco.

—Hombre prevenido vale por siete.

—¡Maldito engreído! Tú ya sabes que vales por siete, no hay que fanfarronear… —susurró mirándolo de arriba a abajo y un segundo después aquel tablero era el apoyo de una mujer en éxtasis, con las palmas abiertas sobre la brillante pantalla y las palmas apoyadas mientras la boca de aquel italiano hacía temblar cada nervio de su sexo.

Nino comenzó con pequeños besos, que progresivamente se hicieron más profundos hasta llegar a devorar su clítoris. Noémi jadeaba, su cuerpo temblaba bajo los embates de la lengua y los labios de Nino. Aquel maldit0 italiano tenía una habilidad como para desmayarse. Sintió la invasión de sus dedos y echó atrás la cabeza para disfrutarlo todo.

Sus dedos, su boca y su lengua se movían al unísono, y parecía que no había nada en el mundo capaz de detener el clímax que se avecinaba. Sus gemidos se hacían cada vez más altos y ella se retorcía entre los brazos de Nino, rogando que esa sensación no terminara nunca.

Pero él no paró allí, con una lentitud desesperante subió de nuevo hasta llegar a sus labios, haciendo que ella solo lo anticipara más, lo deseara más. Noémi cerró los ojos cuando sintió aquella erección presionándose contra su centro y la forma lenta y precisa en que aquellos dos índices de Nino impulsaban sus rodillas para subirlas a cada lado de sus caderas.

Una de sus manos se aferró a los cabellos de su nuca, haciéndola mirarlo mientras la otra se apoyaba en aquel tablero tara hacer palanca. Noémi contuvo el aliento mientras lo sentía entrar despacio, entrar, abrir, romper y avanzanr hasta el fondo de su cuerpo.

—¡Oh Dios! —jadeó desesperada.

—Casi casi… amore mio, casi casi —rio él.

Nino empezó a moverse entonces, el calor de aquel momento se apalancaba en el ritmo lento pero profundo de cada penetración. Cada embestida hacía que ella sintiera su cuerpo abrasarse, él movía sus caderas lento y con calma, entrando y saliendo hasta sentirse completamente seguro de que ella necesitaba mucho más.

Nino profundizó sus movimientos cada vez más y más, su boca y su lengua se deslizaban contra los labios de Noémi, dando una nueva dimensión a aquella experiencia. Sus gemidos se hacían más profundos y más intensos, sus dedos se clavaban en el tablero mientras la sensación de placer los devoraba.

—¡Más… por favor…! —pidió ella y Nino tiró de su cuerpo más al borde, encajándose en ella completamente con un movimiento profundo y agresivo.

El sonido de sus cuerpos chocando hacía eco en la oficina, juntos con los gemidos, los gritos y las súplicas. La penetraba con violencia, pero era una violencia atenta y experta que la guiaba a un final muy muy feliz. Mientras el cuerpo de Noémi se cimbreaba entre aquel entorno de lujuria, Nino se empezó a mover con mayor rapidez, llevando cada embestida a otro nivel de éxtasis.

El sudor corría entre los dos, las mordidas dejaban marcas, y el plop plop plop mojado de sus cuerpos chocando era estremecedor. El placer la recorría como una ola de fuego incontrolable, sus gemidos se hacían cada vez más fuertes, sus latidos se nublaban, sus sentidos se desvanecían y su cuerpo se curvaba más y más, como la ola que se acercaba a la orilla.

Una última embestida y Noémi explotó en un orgasmo estremecedor, como una tormenta eléctrica que paralizaba su cuerpo. Sus caderas seguían moviéndose con el ritmo de Nino, suplicando por más mientras él buscaba entonces su propio final.  Acortó sus embestidas, para aumentar la presión y muy pronto el clímax el orgasmo lo sacudió desde el centro de su ser hasta los pequeños confines de su cuerpo. Sus brazos se cerraron con fuerza alrededor de Noémi y su mente se desconectó con el final de aquella experiencia.

Los dos quedaron exhaustos y sudorosos, resbalando hasta el suelo de la oficina, juntos y muertos de risa.

—Wow… el tablero está todo mojado de ti —murmuró él.

—A lo mejor nos da suerte…

—Eso, tú provócame, que si de verdad nos da suerte te lo voy a hacer diario ahí arriba de la Banca Internacional —dijo él con dramatismo.

Noémi sonrió con cansancio y respiró profundo. ¿Podrían tener suerte? ¿Conseguirían salir de aquella crisis alguna vez?

No lo sabía. Pero al día siguiente a las ocho en punto de la mañana, mientras ella dormía con la camisa de Nino puesta y acurrucada en su sofá de siempre, el italiano entraba a la sala de juntas y saludaba a Günter Kasser.

—Hay enemigos que no me interesa hacer —dijo el alemán alargando su mano—. Me quedo.